El tiempo es una categoría de la cultura humana cuya representación se encuentra siempre fuera de este mundo. Inicialmente, el tiempo se midió a partir de los fenómenos celestes, siendo el más propio el fenómeno solsticial. De aquí que las primeras culturas humanas por doquier que elaboraran concepciones complejas sobre el tiempo, lo asociaran al movimiento del sol, o de algún otro astro. Calendarios civiles y religiosos se asociaron explicativamente con el movimiento aparente del sol o de la luna sobre la bóveda celeste. Movimiento y tiempo se hicieron así parte de un mismo fenómeno incluso hasta el día de hoy. “Estudiando la Tierra, su movimiento y las estrellas que la rodean, el hombre inventa unos métodos y dispositivos tan precisos para medir el tiempo que se logra incluso notar el movimiento de los continentes y medir la irregularidad de La rotación de la Tierra que es sólo unas milésimas de segundo durante un siglo.” (Barros, 2000)
La concepción solsticial del tiempo boreal (hemisferio Norte), se asoció siempre con el ciclo de la vida, la muerte y la resurrección por cuanto a partir del solsticio de verano el sol alcanza su cenit en el cielo, los días comienzan a hacerse más cortos y las temperaturas comienzan su descenso hasta llegar al solsticio de invierno, cuando comienza el ciclo contrario. Diversas culturas líticas, de las cuales Stonehenge (2.500 a. C aprox.) es las más famosa, identificaron este episodio y marcaron el paso del tiempo y las estaciones desde su ocurrencia.
Sin embargo el tiempo no es sólo la sucesión de hechos en el espacio, o la suma de hechos transcurridos, y la definición más académica del tiempo (“magnitud con que se mide la duración de un fenómeno”) (FARLEX) no alcanza a cubrir los aspectos psicológicos y religiosos de esta categoría. Lo que sí resiste el peso de nuestra duda, es que desde tiempos antiguos, el hombre estuvo midiendo el tiempo a través del paso del sol o del flujo del agua en las clepsidras.
- 1. Un poco de Historia
La tierra se hizo el centro del Universo desde Aristóteles (384 a.C. –322 a.C.). En su obra “De los Cielos”, estableció la esfericidad de la tierra por la sombra que proyectaba sobre la luna en cada eclipse lunar y por la posición que sobre el cielo adoptaba la Estrella Polar. La tierra inmóvil, estacionaria, era recorrida por esferas concéntricas que marcaban el paso de los astros. Ptolomeo (100 d. C – 170 d. C)
otorgó a la teoría geocéntrica un cúmulo de observaciones empíricas y modelos matemáticos que permitieron calcular y predecir fenómenos celestes. El Universo seguía teniendo un tiempo marcado por el movimiento y un límite marcado por la última esfera celeste. La mayor novedad fue un modelo matemático que hacía predecible el tiempo.
En 1514, un modelo más simple propuesto por Nicolás Copérnico (1473 – 1543) y apoyado más tarde por las observaciones de Johannes Kepler (1571 – 1630) y Galileo Galilei (1564 – 1642) hizo su aparición convirtiendo al tiempo en un dato absoluto. El Universo comenzó a tener una forma más cercana a la que conocemos hasta hoy.
La primera explicación coherente y total del Universo moderno fue proporcionada por Isaac Newton (1642 – 1727) que presentó en su libro “Philosophiae Naturalis Principia Mathematica”. El texto presenta la descripción y explicación matemática de los astros y describe la fuerza universal de la gravedad. La frontera del universo desapareció dando lugar a la discusión acerca del espacio infinito y el movimiento de las estrellas de la esfera celeste. Es interesante anotar que aunque el propio Newton alcanzó a preguntarse sobre el estado inmóvil del Universo (Hawking, 1992) no es sino hasta el siglo XX que aparece el modelo expansivo del universo. Hasta ese momento, la ciencia consideraría que el Universo era estático y el tiempo uno de sus coordenadas absolutas asociadas a la ocurrencia de fenómenos astrales.
En 1929, Edwin Hubble (1889 – 1953) hizo la observación de que las Galaxias se mueven alejándose de nosotros con lo que instaló la necesaria suposición de que en algún momento el Universo entero debió iniciarse en un punto único. La teoría del Big Bang supone pues un momento singular en el que todo el Universo fue creado y con él, el inicio del tiempo. En un sentido físico, el tiempo sería entonces un atributo de un Universo en movimiento.
Hasta antes de Hubble, el tiempo parecía una categoría absoluta, es decir, dos personas podrían medir el tiempo transcurrido entre dos fenómenos y concluir que el “tiempo transcurrido” sería el mismo. Este atributo absoluto del tiempo era una herencia moderna, en tanto que correspondía a una concepción newtoniana de un Universo que cuenta con dos coordenadas absolutas: tiempo y espacio. En 1905, Albert Einstein (1879 – 1955) derribó esta idea considerando que la única invariante universal sería la velocidad de la luz, lo que implica que el movimiento y tiempo de desplazamiento de un mismo fenómeno físico depende de la posición y movimiento de los observadores del fenómeno. Espacio y tiempo dejaron de ser coordenadas separadas después de constatar la invariabilidad de la velocidad de la luz.
Desde la aceptación de la Relatividad Especial y General, es posible considerar que el tiempo pueda medirse a partir de dos fenómenos físicos: la dirección del tiempo estaría marcado por el grado de entropía o desorden de un sistema y por la expansión del Universo. Así, el tiempo estaría marcado por el grado de desorden que puede observarse en un determinado momento comparado con el grado relativo de orden en su origen, y la expansión del universo sería su origen. La curiosidad es que “la evolución del universo conlleva un aumento de la entropía que no se deduce de las leyes fundamentales de la física que actualmente conocemos ni puede ser explicada a partir de argumentos meramente estadísticos.” (Sanchez Cañizares, 2003)
- 2. La flecha del Tiempo.
¿Cómo transcurre el tiempo? ¿En qué dirección lo hace? La pregunta por la dirección de la flecha del tiempo fue abordada en 1927 por Arthur Eddington (1882 – 19449) y fue su idea de entropía la que definió su sentido. (Khayym) (Klein, 2003) Toda inversión del camino recorrido por un fenómeno físico no constituye un hecho plausible, por mucho que las leyes de la física no distingan entre el pasado y el futuro. Es por eso que existe una gran diferencia entre las direcciones hacia atrás y hacia adelante en el tiempo real de la vida cotidiana. (Lasky, 2002)
Cualquiera podría decir que de acuerdo a su propia experiencia psicológica el tiempo transcurre en una sola dirección: desde el pasado hacia el futuro, pasando por un breve tiempo del presente. El observador podría decirnos que el tiempo, condicionado por la ocurrencia de los hechos, está marcado por efectos como el envejecimiento, o el transcurso de eventos físicos visibles como el paso del día y la noche o la ocurrencia de las estaciones. Si el observador fuera más avezado, con toda seguridad diría que el tiempo transcurre en un sentido progresivo, porque de otro modo habitaríamos un universo caótico sin tiempos regulares, donde no habría espacio para el desarrollo de la conciencia. El tiempo así visto es ante todo objeto de categorización: pasado, presente y futuro. Pero es además motivo de medición, primero solar, luego acuática y finalmente mecánica.
Sin embargo, el sentido de la flecha del tiempo encuentra en occidente un origen antiguo. Desde luego existe un punto común, su origen, un momento único universal e irrepetible que inaugura el tiempo, pero que da en el mismo acto una fecha de caducidad a la creación (Lasky, La noción del Tiempo, 2002) El tiempo bíblico Judío hereda a occidente un sentido ontológico del tiempo, “una innovación fundamental. Para el Judaísmo, el Tiempo tiene un comienzo y tendrá un fin. La idea del tiempo cíclico se ha superado. Yahvé no se manifiesta ya en el Tiempo cósmico (como los dioses de otras religiones), sino en un Tiempo histórico, que es irreversible” (Eliade, 1981) De nuevo, el tiempo transcurre conforme a un plan, de manera lineal, desde el principio y hasta el final sin retrogradación. La condición teológica del tiempo comienza con el Dios creador y culmina con el Dios Reconciliador, lo que introduce una segunda categoría innovadora: el tiempo escatológico en el que “el futuro regenerará al tiempo, es decir le devolverá su pureza y su integridad originales.” (Eliade, El Mito del Eterno Retorno, 2001)
La novedosa herencia Judía de un Tiempo lineal se traduce más tarde en un Tiempo Histórico que se consolida con un Dios encarnado. El Tiempo Histórico es ahora santificado con la presencia encarnada de Dios, y su promesa da un nuevo valor escatológico al final del tiempo porque es entonces que el hombre encontrará su verdadera existencia.
Desde esa herencia judeo-cristiana, la modernidad le dio al tiempo un valor y su medición se convirtió en una obsesión. Pero el sentido de la flecha del tiempo no hizo sino instalarse en la conciencia del hombre.
- 3. ¿Fue así al principio de los tiempos?
El sentido del tiempo no siempre fue en la misma dirección, desde luego, la medición del tiempo en base a la ocurrencia cíclica de fenómenos astrales como los solsticios y su recurrencia en las estaciones del año organizadas en base a las labores agrícolas, dio al tiempo un sentido cíclico, circular. Las primeras culturas agrícolas crearon “una noción de tiempo que lo concibe como un punto de partida universal que se repite de manera permanente…así a los hombres antiguos les interesaba marcar posiciones y períodos, y por tanto necesitaban encontrar procesos en cuyos transcurso ciertas pautas de cambio se repitieran con cierta regularidad, tales como la predicción de fenómenos naturales, eclipses, equinoccios y solsticios entre otros…” (Lasky, La noción del Tiempo, 2002).
He aquí entonces que el tiempo, organizado cíclicamente, circularmente, tuvo un momento de origen, desde el cual se repetía por ciclos. No hay tal línea recta en las culturas líticas y tampoco la hay en las civilizaciones prístinas orientales, porque su origen agrícola, les dejó la herencia atávica del calendario apegado a la ocurrencia infinita de las estaciones, en las que se nace, se muere, se resucita y se vuelve a empezar. La rueda agrícola del tiempo se manifestó prácticamente en todas las culturas antiguas, excepto entre los hebreos.
La flecha circular del tiempo se hizo famosa el año 2012 cuando el mundo tomó noticia que el calendario maya, organizado en ciclos de 52 años para efectos civiles o profanos tenía una forma de organizar la cuenta larga de los años que concluía misteriosamente según cálculos occidentales en tal fecha. Para nuestros fines, basta reconocer que así como el calendario azteca, el calendario maya, organizó el tiempo de modo circular, atribuyéndole al tiempo una connotación de “eterno retorno” al modo en que las labores agrícolas se organizaban.
Así también el tiempo se encontraba dividido en dos grandes esferas. En esto tomo prestada la analogía maya y azteca. Existía un tiempo al que podemos llamar “profano”, que medía las labores ordinarias, despojadas de cualquier dimensión sagrada. Ese “tiempo” no tiene cuestionamientos ni ritos ni requiere sino un sentido lineal y rutinario. Se trata de un tiempo histórico porque se significa sólo en el presente de la vida accidentada por cualquier fenómeno y su paso está marcado por la ocurrencia de los hechos biológicos del profano.
El tiempo “sagrado” en cambio no posee carácter lineal y es en sentido retrógrado y circular. Retrógado porque el hombre vuelve a revivir en cada fiesta religiosa un tiempo Mítico primordial que se hace presente mediante el rito. En este sentido, “todo acto litúrgico consiste en la reactualización de un acontecimiento sagrado que tuvo lugar en un pasado mítico, “al comienzo”. Participar religiosamente en una fiesta implica salir de la duración temporal “ordinaria” para reintegrar el Tiempo mítico reactualizado por la fiesta misma” (Eliade, Lo Sagrado y Lo Profano, 1981) El tiempo sagrado es por tanto esencialmente repetible, circular.
Una cosmogonía en la que un hito fundante se repite, confiere al tiempo sagrado un hito inicial que es al mismo tiempo su inicio y su fin. Tal es por ejemplo el caso el caso de la fiesta de San Juan en nuestra orden.
El tiempo sagrado, supone pues dos principios que lo articulan: primero, el hombre que vive en un tiempo sagrado vive en un mundo a histórico pero puede sortear entre el tiempo profano y el sagrado, algo que el profano, no iniciado, no es capaz de transitar; segundo, se consagra a través de las ceremonias el paso hacia el pasado mítico que se actualiza en el presente, marcando en ello un eterno retorno al origen (Mircea, 2001) y cada uno de los hechos míticos que marcan el tiempo sagrado; en ello la ceremonia de fin de ciclo es capital.
- 4. El tiempo en Logia
“Silencio en Logia mis Hermanos” Es el paso que toda Logia realiza para salir del tiempo profano e ingresar a un tiempo sagrado. “Se trata del encuentro del sí mismo, aspiración natural, de restablecer la armonía interior entre tendencias disímiles a través del Silencio. La regla máxima de purificación mental, contra los deseos insans, distintos y Pasines es el Silencio” (996). El Venerable Maestro de cualquier Logia, está marcando el paso del tiempo y mostrando un umbral. “El ritual de Apertura marca la transición entre el mundo profano y el mundo sacramental, transición necesaria para poder realizar trabajo masónico” (Freemasons) Sigue a la apertura de los trabajos la pregunta por la hora en que trabajan los masones, que será hecha prácticamente de la misma manera al momento de cerrar la tenida. “El mediodía es el momento en que el sol detiene su curso en lo alto de la bóveda celeste, fenómeno éste que llevado al ciclo del año se repite durante los solsticios de verano y de invierno, este último con el Septentrión y la “medianoche en punto”, cuando esos mismos trabajos finalizan, A partir de mediodía se inicia la curva descendente de la luz solar, que encuentra su punto más bajo (nadir) en medianoche. Y lo mismo ocurre del solsticio de verano al de invierno.” (Americana) Ahora el tiempo sagrado dentro de la Logia tiene un comienzo y un fin que se recrea circularmente.
Quien abre el umbral hacia lo sagrado es el Venerable Maestro, quien marca el paso del tiempo es el Maestro de Ceremonia. Marcará el paso del tiempo que es finalmente sacralizado con la triple batería que invoca a los elementales en el rito francés. EL Maestro de Ceremonia administra los tiempos sacralizados desde el momento en que enciende las luces en el Oriente y en las columnas, y hasta que se apagan, da continuidad a la ceremonia en las diversas tareas que debe asumir durante una tenida y hasta después de ella en el Ágape, donde el tiempo sacralizado a comenzado a cerrarse para entrar lenta y progresivamente en el tiempo profano.
Heredamos de nuestros Hermanos constructores y ellos de las herencias orientales más antiguas y hermosas una concepción mistérica del tiempo; vivimos como ellos en dos tiempos disímiles tanto sus significados como en sus transcursos, dondequiera que nuestros trabajos se realicen dirigidos por tres luces, cinco los iluminen y siete los hagan justos y perfectos, nuestro tiempo se hará sacro, lo que significa que habremos de trabajar en un tiempo distinto, de naturaleza diferente y dimensiones novedosas.
Noviembre 2013
Bibliografía
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Americana, G. L. (s.f.). Hermetismo y Masonería. Obtenido de http://hermetismoymasoneria.com/s6frar1.htm
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Eliade, M. (2001). El Mito del Eterno Retorno. Buenos Aires: Emecé.
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Mircea, E. (2001). El mito del eterno retorno. Buenos Aires: Emecé.
Sanchez Cañizares, J. (2003). Reseña de: Roger Penrose, Cycles of Time. An Extraordinary New View of the Universe. Anuario Filosófico, 304.