El Lenguaje

“¿Pediste también esa enseñanza por la cual lo que no ha sido oído llega a ser oído y lo que no ha sido pensado llega a ser pensado? Ante la perplejidad de su hijo, Svetateku, el padre le hace traer un higo y dividirlo en la piel, y luego en la carne, hasta las semillas y así llega a dividir las semillas, que se deshacen en la nada. Y entonces le dice, En verdad hijo mío, de esa sutilísima esencia que no percibes surge esa gran higuera sagrada. En eso que es la esencia más sutil, este mundo entero tiene su Ser. Eso es la realidad, eso es el Atman. Eso eres tú querido hijo mío”

Texto de Chhandogya Upanishad   

 

Desde un punto de vista puramente descriptivo, habría que decir que el lenguaje es la facultad del ser humano de expresarse y comunicarse con los demás a través del sonido articulado o de otros sistemas de signos.[1] En ese mismo sentido formal, y con miras a construir el marco inicial desde donde escribiremos sobre el lenguaje, es necesario decir que un lenguaje natural es cualquiera de los miles de lenguas que se han desarrollado históricamente entre las poblaciones de seres humanos y se usan para propósitos cotidianos –como el inglés, el italiano, el swahili y el latín–, en oposición a los «lenguajes» formales y demás lenguajes artificiales inventados por matemáticos, lógicos y teóricos de la computación, como la aritmética, el cálculo de predicados, LISP, COBOL o HTML por citar algunos .[2]

Dicho esto, ya podemos distinguir  que el lenguaje natural humano, se distingue del lenguaje de los animales por su producción simbólica y su condición escrita y, que históricamente su desarrollo se relaciona con la condición bípeda de los protohumanos, que permitió al cerebro crecer por la menor presión que debía soportar la condición erecta del hombre. Junto con ello, el músculo de la lengua comenzó a desarrollarse y mejores y más complejos simbolos y sonidos, enriquecieron al original lenguaje de señas y gritos que en un principio nuestra especie debió desarrollar. La lengua en tanto, es el órgano del lenguaje tanto como el oído, por su forma y movilidad y se compara a menudo con una llama. En algunos pueblos de África y por ser el órgano de la palabra se la pone en relación con los aspectos generales de la fecundidad y por tanto con la lluvia, la sangre y el semen.[3]

En relación con su origen, el primer problema que enfrentamos es que el lenguaje pertenece al mundo ideal de la cultura, esto es, no existen rastros sobre el lenguaje y su origen como de cacharros o artefactos materiales de la cultura. Por tanto, los arqueólogos, antropólogos y paleo lingüistas, han buscado su origen en las condiciones evolutivas que lo hicieron posible, la aparición de la corteza cerebral y los cambios que aún se pueden rastrear en la conformación del aparato fónico en el cuello (laringe y faringe) así como el tamaño del orificio del cráneo a través del cual pasa el nervio de la lengua. Ya sabemos que las funciones del lenguaje se desarrollan en el hemisferio izquierdo, aunque las funciones de una parte del cerebro pueden ser cubiertas por otras partes del mismo en un sentido funcional cuando se presentan daños. De aquí que aún cuando obviemos la escasa capacidad de producción de lenguaje de los Neandertal[4], podamos afirmar sin duda que el lenguaje es una función propia de los primeros Homo Sapiens.[5] Aún más, dado que el lenguaje sería una función propia de la corteza cerebral, este no sería una evolución natural de la vocalización de los primeros homínidos de los cuales descendemos, sino una producción propia y original del Homo Sapiens[6].

Formalmente hablando, el lenguaje se construye a partir de reglas que conocemos como gramática, lo que le da un orden y una facultad comunicativa al mismo. Estas reglas, son fintas y efectivas y tienen una única lectura puesto que de otro modo, se introduciría un caos normativo que sutraería de lógica y estabilidad interna al lenguaje hasta hacerlo inhabil para aquello que fue creado. Más allá de tales formalismos, el lenguaje posee una enrome capacidad representacional y permite la expresión explícita de rasgos implícitos en nuestras subjetividades o en nuestras acciones. Aún más, el lenguaje permite la significación de elementos imbricados como el sentido de las metáforas y los actos o declaraciones ilocucionarias.[7]

Desde Platón, el lenguaje presenta un material a la filosofía, que ha desarrollado hasta ahora al menos cuatro problemas a discutir:

  1. El problema de cuáles pueden ser las fuentes del significado;
  2. El problema de explicar la normatividad del significado;
  3. El problema del conocimiento del significado y;
  4. El problema de en qué medida es posible conocer la realidad a través del lenguaje.[8]

Desde luego todos los problemas hacen relación con el significado, que en forma grosera, quiere decir la relación de lo que se habla con la realidad de la que se habla. La exactitud del lenguaje, radicaría pues en revelar “la cosa en sí”, explicado en un sistema platónico de entender el lenguaje. Ello puesto que la naturaleza del lenguaje no es material sino más bien ideal, razón que le permite y atribuye la cualidad de referirse a las cosas en sí, otro objeto del mundo ideal – platónico.

Se deduce entonces que el buen hablar, es el que ceñido a las reglas únicas y universales, permite al hablante, hablar de aquello que “es en sí” ceñido a reglas únicas y finitas que le dan coherencia al hablar.

Un segundo y más moderno concepto del lenguaje, nos permite declarar aquí, que al denominar o nombrar, el lenguaje es capaz ya no sólo de coincidir con la cosa en sí, o si usted posee una filosofía materialista, de coincidir con el objeto nombrado y sus atributos, sino que además crearía la realidad misma al nombrar a los objetos, sean estos de contenido material o ideal.

Abordamos así la naturaleza del lenguaje no desde el por qué del mismo, sino desde el para qué del lenguaje, esto es desde su finalidad y valor, que en último término no es más ni menos que su comunicabilidad. El lenguaje comunica, hace “comunión” de ideas y sentimientos entre los hombres, convirtiéndolos en “prójimos” y “semejantes”[9], convirtiendo al lenguaje en el “aparato” más relevante de la cultura, lo más constitutivo de ella y, por mismo del hombre.[10]

***

“…y dentro de sus palacios y templos pintaron esas fábulas poéticas, los planetas y los signos celestiales, con muchos otros signos, monstruos y animales. Y no eran comprendidos sino por quienes tenían conocimieno de tales secretos.

Pretiosa margarita novella

El mundo de lo metafísico, de lo inciático y de lo oculto a los ojos del profano,  utiliza el lenguaje para hacer visible  al mundo invisible a través de los simbolos, expresión de secretas sutilezas en imágenes que sólo los iniciados puedan comprender. Este principio, que parece ser la interpretación que los humanistas dieron a los incognoscibles jeroglíficos egipcios[11] recogiendo tradiciones griegas que incomprendieron precisamente el arte de la escritura en el reino del Nilo.

Como fuere, los francmasones operativos heredaron desde la noche de la historia, la costumbre de velar  por las verdades filosóficas y constructivas del arte real por medio de símbolos cuya lectura era confusa al ojo profano. Agradable a la vista, el lenguaje simbólico podía significar una cosa  y significar sin embargo otra. Un camino ideal para la enseñanza y comunicación de nuestros sercetos que además de tener lecturas múltiples, encerraban en sí mismas un lenguaje ético para quien supiera leer.

Probablemente no hay quien haya recogido la tradición de un lenguaje hermético con fines como los hemos descritos como  los hermanos francmasones, quienes sirvieron de inspiración a otro mundo que hizo un uso único del lenguaje que ahora llamamos hermético: los primeros alquimistas modernos del siglo XVII. Theodoro De Bry[12] sería su primigenio iniciador.

Albert Mackey, ilustre Hermano Masón americano, señala que “la definición de la francmasonería como una ciencia de moralidad, velado en alegoría, e ilustrado por símbolos”[13] aun cuando fuere una explicación muy usual, no pierde su condición doctrinal. La masonería, se enseña de una manera peculiar desde sus orígenes, basado en un lenguaje alegórico y simbólico más allá de sus rituales, cuya naturaleza cambiante, no poseen la rigurosidad del lenguaje simbólico del templo a la hora de la docencia masónica.

Entonces es posible afirmar que el lenguaje simbólico de la francmasonería, pleno de alegorías precismanete simbólicas, pertenece a la función eductaiva y constructora. Educativa porque nuestra Orden sostiene no sólo el carácter imperfecto e incompleto del profano que la inciación a convertido en iniciado presto a conocer el secreto de su Logia, y constructivo porque la palabra es el símbolo que evoca, que vehicula un secreto, pues ademásde sus significado ordinario, vulgar y exterior, posee un valor propio espiritual y vital que tiene que descubrirse en la inciación[14]. Sólo después de su decsubrimiento podremos entender lo que está escrito en nuestros templos.

Como todo lenguaje, el lenguaje simbólico del francmason tiene un conjunto de reglas finitas que hacen estable al mismo y que permiten precisamente hacer aquello para lo que fue creado: comunicar algo. La novedad del lenguaje simbólico esotérico que predomina en la Orden, resulta de dos condiciones iniciales: primero, que el símbolo, a diferencia del lenguaje formal, no se agota; el segundo, que el alfabeto simbólico sólo puede leerse en la gramática de la analogía.

Sobre la primera de sus reglas, decir que el símbolo es como una cebolla, permite deshojarse y descubrir nuevos significados y alegorías morales y eticas para el francmasón atento. El compáz, la escuadra, el mazo y el cincel pueden ser interpretados simbólicamente gracias a este lenguaje, en muchos sentidos[15], para cada uno de los grados de toda Orden. Lo que garantiza su unidad, o lo que en lenguaje profano llamaríamos su gramática, es su condición moralizante y su apego al rastro histórico.

Sobre su segunda  regla, esto es el principio de la analogía, diremos que todo símbolo está, igual que todo en el Universo creado, relacionado con otro, y por ello puedo acceder al conocimiento de otro, a través del conocimiento de uno. Ello se traduce en un conocimiento en espiral, incluso más, en un conocimiento helicoidal, pues la regla de la analogía, me permite encontrar una correspondencia que no es equivalente a la identidad del símbolo en sí mismo, para avanzar hacia lo más profundo. La correspondencia es enotnces una regla del lenguaje simbólico masónico, porque los símbolos se corresponden unos con otros sin ser ni describir una vuelta en círculo, puesto que de uno podré comprender el otro, pero enun modo más profundo. En un ejemplo poético aclarativo, diríamos que para comprender al universo, sería necesario comenzar por comprender al hombre, que representa en sí mismo al universo todo creado. Entonces, el lenguaje simbólico masónico ordenado por el principio de la correspondencia, organizado de modo helicoidal para avanzar en la profundidad del secreto, es además conspirativo, porque todo en la creación es ordenado por el principio de la analogía. Todo conspira en la creación[16] para la perfección del francmasón.

Finalizo señalando que el lector tiene apenas las primeras vocales, y que es tarea de cada uno de nosotros continuar estudiando nuestro lenguaje, única vía de encuentro con el secreto que nos reúne como hermanos y hermanas.


[1] RAE

[2] Diccionario Akal de FIlosofía

[3] Udo Becker, Enciclopedia de los Símbolos Ed. Robin Book

[4] “Una cuestión controversial sigue siendo la que se refiere a la capacidad lingüística del Hombre de Neandertal. Puesto que aparecieron 150.000 años después de que en homo sapiens arcaico se desarrollara n baiscráneo totalmente arqueado, lo que implica un potencial lingüístico pleno en esa especie, se podría esperar que en los neandertales se hubiera desarrollado de manera similar. Sin embargo, la flexión basicraneal es menor de la observada en sapiens arcaicos más antiguos. La idea de que los Neandertal tenían una capacidad lingüística poco desarrollada y que esto puede haber contribuido a la extinción de la especie, ha acabado siendo la posición mayoritaria entre los antropólogos.” Roger Lewin

[5] Roger Lewin Human Evolution

[6] José Luis Pérez, ¿qué sabemos del origen del lenguaje?, Revista de Estudio Inter lingüisticos, Universidad de Valencia, 1, 2013

[7] John L. Austin, señala que un acto ilocucionario es el que se realiza al decir algo: ordenar, prometer, apostar. Esto es conocido también como “actos del habla” donde decir equivale a hacer puesto que el enunciando equivale a una acción en el mundo como “le condeno a tres años y un día”

[8] David Pérez, Perspectivas en la filosofía del lenguaje, Prensas de la Universidad de Zaragoza

[9] Vicente Muñiz Rodríguez, Introducción a la filosofía del Lenguaje, Ed Anthropos

[10] Mauricio Beuchot, La filosofía y el lenguaje en la historia, Ed. UNAM

[11] Stanilsas Klossowski, El Juego Aureo, Ed. Siruela

[12] De Bry provenía de una familia de protestantes de la ciudad de Lejia  que se trasladó en 1598; más tarde, en 1601, fundó una imprenta como parte del negocio familiar en Oppenheim en el alto palatinado en donde imprentó su más famosa obra, Atalanta Fugiens

[13] Albert Mackey The Symbolism of Freemasonry

[14] Aldo Lavagnini, El secreto masónico

[15] Todos los símbolos que representan alegóricamente las letras de nuestros grados, tienen esta polisemia, por eso no se agotan

[16] Roberto Amadou, El ocultismo Ed. Pentaclo

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