ALQUIMIA

ALQUIMIA: primeros apuntes.

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  1. Nuestra fascinación por la Alquimia.

Es un hecho irrefutable, no es posible transformar ningún metal en oro. Sencillamente no existe forma de transmutar la naturaleza original de la composición mineralógica de un metal para mutarlo por ningún efecto calórico o químico en el más preciado metal en la historia de la humanidad. El oro sólo puede provenir del oro. Este parece ser por otro lado, un hecho de la naturaleza que ya nadie se atreve a cuestionar, no sólo por miedo a ser catalogado de loco, sino porque la abundancia de su prueba no resiste ni justifica de forma alguna su cuestionamiento.

¿De dónde proviene pues la fascinación perenne sobre la Alquimia si su promesa de transmutar la naturaleza de los metales en oro no puede cumplirse?

Desde luego una primera respuesta puede aproximarse desde la misma fuente que beben todos los conocimientos esotéricos: las imágenes, los símbolos y las alegorías, tornan tan fascinante como misteriosa a la Alquimia y eso la vuelve objeto de nuestra curiosidad. Una segunda razón es la creciente indiferencia y hasta sospecha que se cierne, ya desde hace años, sobre las ciencias modernas, cuya fuente cartesiana y pragmática separa al hombre de la naturaleza misma que investiga y fracciona, atomizando al mismo tiempo el conocimiento que pretende. El resultado es una doble enajenación de la naturaleza respecto del hombre: de un lado, su atomización y fragmentación hacen cada vez más difícil una teoría explicativa del todo, al modo más holístico posible, y; del otro, hacen que la comprensión del hecho natural esté reservada sólo para quienes con fines de dominio pretenden manipularla. En ese sentido, las ciencias y la técnica que de ella se derivan, se han vuelto incluso peligrosas a los ojos de quienes vemos el mundo desde los valores y principios masónicos.

La Alquimia por otro lado,no separa la existencia humana de la naturaleza y conceptualiza esa relación de un modo completamente distinto del de la ciencia cartesiana. “El alquimista optaba por el camino de la adaptación interior a la Naturaleza, buscando comprender aquello que une al creador con la creación.” (Priesner,C. Figala, K, 2001).

Finalmente, es evidente que una parte de nuestra fascinación ha sido rescatada por los propios científicos que no han dejado de reconocer -erróneamente- en la alquimia, una especie de protoquímica, una química previa al nacimiento del método científico,  un antepasado místico y mágico de la química moderna. Hemos de considerar para este trabajo sin embargo, que la Alquimia es mucho más que un antecedente científico. Conceptualizamos a la Alquimia aquí, como “una de las tres ciencias ocultas, junto a la astrología y la magia, que buscan la transmutación material o simbólica de los metales en oro y,  como meta espiritual, conseguir la salud del alma por medio de un elaborado proceso de transformación de la materia.” (Scott, 2000). Un aspecto fundamental de tal definición, se relaciona con con “el proceso simbólico  en el que se buscaba la producción de oro como símbolo de la iluminación y de la salvación.” (Pérez Rioja 2008). Naturalmente entonces, no reducimos la concepción de la alquimia a una protoquímica en la que desesperados sabios buscan transmutar los metales en oro, sino además buscamos sus significados espirituales y psicológicos más profundos con arreglo a una concepción pre cartesiana de la ciencia.

2. Nuestras Primeras concepciones de la Alquimia.

Alquimia China

“El propósito ostensible de los alquimiistas era la transmutación de los metales en oro…durante 1.500 años y quizás más, hubo en los principales centros de civilización un considerable número de hombres que llevaban a cabo lo que hoy llamaríamos operaciones (alquímicas)… existieron en la China, la India, pero ha sido imposible conectar estos alquimistas orientales con la tradición principal que surgió en el cercano oriente en época dudosa, no más tarde del año 100 d.C. En aquella época, la alquimia se practicaba en Alejandría y en Egipto, desde donde se extendió  por todo el mundo de habla griega.” (Sherwood, F. 1954)

Como hemos dicho en párrafos anteriores, las concepciones de los alquimistas, por doquiera que se encuentren a lo largo de la historia, corresponden a una creación del espíritu precientífico, de modo que es poco acertado hacer de ellos y de su oficio alquímico una pre ciencia. El secreto mistérico del alquimista original, no proviene del simple uso de sus instrumentos y procedimientos, ni siquiera de su técnica sino del modelamiento o cambio de las leyes naturales y de su intervención sobre la naturaleza. Un alma misteriosa dominada por el fuego, le permite al alquimista presentir que puede de algún modo “apresurar un tempo natural”, el alquimista alberga pues en su comprensión del mundo material la visión de que puede dominar una fuerza misteriosa y mágica que le permitiría no sólo transmutar la naturaleza misma de los metales sino el tiempo y la intensidad natural en que ello ocurre en la vida natural.

Basta mirar someramente la iconografía alquímica que se nos ha heredado desde el pasado, para darse cuenta que hay en los alquimistas una concepción saturada de sacralidad y misterio. Se trata “de un pensamiento dominado por el simbolismo  cosmológico que habría de crear una experiencia del universo completamente distinta a la que posee el hombre moderno” (Eliade M. 1983) Los ritos de inciación, los secretos guardados sólo para los inciados, el lenguaje simbólico, los secretos de la profesión, son en fin, las experiencias primordiales de quién aúna en su trabajo el misterio y la cosmovisión, de quien busca dominar el tiempo y la naturaleza.

Michael Maier, Atlanta Figiens, Oppenheim, 1618

Michael Maier, Atlanta Figiens, Oppenheim, 1618

El oficio así entendido, supone pues que “el alquimista occidental en su laboratorio, lo mismo que sus colegas chinos o indios, operaba sobre sí mismo sobre su vida fisio-psicológica tanto como sobre su experiencia moral y espiritual. Los textos estan de acuerdo en ensalzar las virtudes y cualidades del alquimista : debe ser sano, humilde, paciente, casto; debe tener el epíritu libre  y en armonía con la obra; debe ser inteligente y sabio; debe al mismo tiempo obrar, meditar, orar, etc. Vemos por todo ello que no se trata aquí únicamente de operaciones de laboratorio. EL alquimista se compromete por entero en su obra. Pero estas cualidades y virtudes  no pueden entenderse en una acepción puramente moral. Ejercen la misma función en el alquimista que la paciencia, la inteligencia, la ecuanimidad, etc., en el sadhana tántrico o en el noviciado que precedía  a la iniciación de los Misterios. Es decir, que ninguna virtud ni ninguna erudición podían dispensar de la experiencia de inciación, que era la única capaz de operar la ruptura de nivel implicada en la “transmutación”.”(Eliade, 1983)

Alquimista en su Taller, David Teniers II (1610-1690)

Alquimista en su Taller, David Teniers II (1610-1690)

He aquí pues que si la tarea del alquimista es transmutar la materia, deberá ir hasta su origen y “desintegrar” en un lenguaje moderno, su composición original para transformarla por la intervencion de su obra en otra muy distinta. Esa es pues una obra mágica, que obliga a pensar en un acto que lo separa de la naturaleza y el tiempo profano. El alquimista no puede sino ser transfomado por su propia obra, de modo que la búsqueda de “la piedra filosofal” no puede ser sino la búsqueda de Dios y su consiguiente perfeccionamiento.

3. La Alquimia en la Historia.

Hombres que trabajaran los metales los ha habido en la historia de la humanidad desde la revolución agrícola del año 8.000 a.C. Es bien aceptado por los antropólogos que la aparición de los metales en la humanidad, proviene del horno alfarero, único e inicial concentración de calor suficiente en el mundo neolítico como para separa el mineral de la roca. Es probable que antes de los alquimistas, los herreros, a la vez armeros, fueran los primeros en trabajar los metales. El fuego, y el fuelle, el martillo y el yunque primitivo se vistieron místicamente en el trabajo del herrero. Sin embargo el herrero no es ni está de cerca n el origen de los alquimistas, pues la esencia del oficio alquímico es transmutar la naturaleza del metal mediante la corrupción del mismo que ha de ser transformado  y la generación de una nueva forma en él, todo a través de un acto planificado. En tal sentido, es más probable asumir sus inicios en el viejo Egipto, “donde la obtención y el trabajo del oro, eran en el Antiguo Egipto, el dominio de un gremio sacerdotal que tenía su centro en el templo del Dios Ptah en Menfis. El dios era el patrón de los orfebres y fundidores de oro, su templo, la orfebrería y sus sacerdotes se distinguían con títulos como “Gran esgrimidor del martillo”, “El que conoce el secreto de los orfebres”. También en Egipto hay indicios de la manufactura de substitutos de oro. EL bruñido de oro así como el dorado de panes, eran conocidos, y tenemos noticia del dorado a fuego, mediante el mercurio.” (Sherwood, F. 1954)

Dos papiros encontrados en Egipto a principios de 1800, actualmente a resguardo de las Universidades de Leyden y en Holanda  y de Upsala en Suecia, datados del siglo III d.C., contiene recetas para la preparación y utilización de mordientes y de tintes, así como de las gemas artificiales. El papiro de Leyden se ocupa preferentemente de la metalurgia y de la preparación de imitaciones de los metales preciosos.(Jimeno, S.A., 1991)

“Pero la alquimia, tal cual llegó al Occidente cristiano después de pasar por España en los siglos XII y XIII, es infinitamente más rica y misteriosa de lo que sugieren los textos de alquimistas de comienzos del período alejandrino. Si se quiere hacer honor a toda la complejidad del “Arte Real”, hay que recurrir al esquema ternario tan socorrido por los filósofos herméticos: el alma de la alquimia se situaría en Alejandría; su corpus, sus innumerables prácticas empíricas, su saber técnico, los criptogramas, las máximas y las imágenes alegóricas, encuentran su continuación en los árabes. Su espíritu, por último, está estrechamente ligado a la filosofía de la naturaleza griega, cuyos fundamentos teóricos fueron sentados en el siglo V” (Roob, A.  2015)

Bibliografía

Eliade, Mircea. Herreros y Alquimistas, Alianza Editores S.A. Madrid 1983

Jimeno Siro Arribas, La Fascinante Historia de la Alquimia descrita por un Científico Moderno, Ed Universitaria de Oviedo, Oviedo, 1991

Priesner,C. Figala, K,, Alquimia, Enciclopedia de una Ciencia Hermética, Ed. Herder, Barcelona 2001

Pérez-Rioja, José Antonio, Diccionario de Símbolos y Mitos, Ed. Tecnos, Madrid 2008

Roob Alexander. Alquimia Mística El Museo Hermético Taschen, Bibliotheca Universalis, China 2015

Scott, Carter, Diccionario EsotéricoEdimat Libros, Madrid 2000

Sherwood Taylo, F. Los Alquimistas, Brevarios del Fondo de Cltura Económica, México D.F. 1954