En un mundo en el que relativizamos cada vez más los imperativos morales, en un mundo en que nada parece tener límites y en el que todo es confundible, en un mundo en que el mal parece vivir tan a gusto en los intersticios confusos de las cosas sin nombres ni límites, revivir a un dinosaurio como Kant nos haría muy bien. Contar con un dinosaurio como Kant que nos hablara de la importancia de prescindir del mal, revivir a uno que nos dijera que las cosas tienen límites perceptibles y claros en los que terminan y comienzan, tal vez nos permitiría retomar la brújula que separa lo que está bien de lo que está mal sin ruborizarnos.